Este 2024 se perfila como un año crucial para la democracia global, con más de la mitad de la población mundial votando en elecciones en países como EE.UU., India, México, y la Unión Europea. Sin embargo, la proliferación de la inteligencia artificial (IA) generativa amenaza con revolucionar la propaganda política, facilitando la desinformación a una escala sin precedentes. Herramientas como ChatGPT permiten la creación automatizada de textos, imágenes y audios hiperrealistas, abriendo la puerta a manipulaciones masivas y sofisticadas. Los actores malintencionados pueden ahora generar contenido falso convincente, como clonaciones de voz de figuras públicas, para engañar a los votantes o difamar a los opositores.

La IA no solo facilita el engaño, sino que también intensifica la capacidad de los mensajes políticos para resonar con los miedos y aspiraciones ideológicas de la gente, independientemente de su veracidad. La tecnología ha hecho que la línea entre realidad y ficción sea cada vez más difusa, permitiendo a los propagandistas crear escenarios hiperrealistas que reflejen sus narrativas, sin necesidad de evidencia real.

Las redes sociales y las plataformas digitales enfrentan desafíos significativos para contener esta “tormenta” de bulos sintéticos. Aunque gigantes tecnológicos como Google y Meta han prohibido el uso de sus herramientas de IA para crear anuncios políticos, la aplicación de estas políticas es compleja. La desinformación puede generarse a través de aplicaciones más pequeñas y difundirse por canales difíciles de monitorear, como WhatsApp o Telegram.

Países con regímenes autocráticos y partidos de extrema derecha encuentran en la IA una herramienta poderosa para difundir su cosmovisión y socavar la democracia. La omnipresencia de contenido sintético amenaza con erosionar el concepto mismo de verdad, alimentando un escepticismo generalizado y minando la confianza pública en los medios de comunicación y las instituciones democráticas.

En resumen, la inteligencia artificial está reconfigurando el campo de batalla de la información, desafiando a las democracias a encontrar formas efectivas de salvaguardar la integridad electoral y el discurso público en la era digital.

Información extraída del artículo original publicado en El Periódico.

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