—
Artículo de opinión de Ernest Companys
A medida que avanza y mejora la IA generativa y empezamos a ver en ella destellos de autoconsciencia y autosuficiencia nos entra el vértigo a los humanos y recordamos mil y una historias apocalípticas de ciencia ficción que ya nos contaban cómo las máquinas nos subyugarán tan pronto como empiecen a tomar sus propias decisiones.
Y sin duda tenemos que estar vigilantes ante los posibles riesgos que llegarán con el desarrollo de la IA avanzada o AGI y su potencial funcionamiento autónomo, pero antes que eso ocurra, debemos preocuparnos ya por los peligros reales que afectan nuestras vidas actuales y que tienen que ver con el mal uso de la IA por parte de algunas IH (Inteligencias Humanas).
Y es que no debemos olvidar que detrás de la IA (al menos por el momento) está la mano del hombre, y tenemos múltiples ejemplos de cómo los humanos usan la IA con fines deplorables, primando sus propios intereses y atropellando derechos de terceros y valores universales.
Entre algunos conocidos perjuicios encontramos los capítulos relativos a la privacidad y el control social, tanto si vienen de la mano de estados autoritarios -caso de China, por ejemplo-, como si proceden de las grandes empresas privadas que manejan nuestros datos e influyen en nuestros comportamientos -creando adicción a las redes sociales por ejemplo-. No muy lejos de estos riesgos encontramos también todo un bloque derivado de los sesgos y la desinformación, que nos pueden mostrar una realidad filtrada según nuestros gustos, o tergiversada según los intereses de quien nos pretende controlar. Todo ello se podría englobar en un simple concepto: manipulación, que ataca el más básico de los derechos humanos: nuestra libertad.
Pero hay otro capítulo del que a veces se habla menos y que tristemente vemos estos días más activo que nunca: el uso militar de la IA. Desde la entrada en escena a principios de siglo de los drones militares, la tecnología no ha parado de mejorar y sofisticarse, y aumentar su uso real en conflictos bélicos. Y a raíz del dramático ataque en Gaza a los cooperantes de World Central Kitchen pude leer artículos sobre su funcionamiento y me horroricé al conocer los criterios aplicados a la hora de ser utilizados por los mandos militares. Cuesta creer la banalización del valor de las vidas de otras personas que por lo visto rige las decisiones de esos militares cuando activan algoritmos de IA para elegir objetivos que incluyen víctimas arbitrarias que ya ni siquiera son supuestos enemigos sino simples estadísticas de errores colaterales “aceptables”. Muertes fortuitas que luego curiosamente en inglés las llamaremos “casualties” … ¡ironías del lenguaje!
Así que, aunque puedo sentir miedo a lo que esté por venir en próximos desarrollos de la IA, me preocupan más los abusos que ya hoy pueden cometer con ella algunos humanos inhumanos y sin escrúpulos, desde terroristas y líderes integristas cegados por fanatismos religiosos (Hamas, Irán, etc.), hasta poderosos gobernantes alimentados por dogmatismos nacionalistas y económicos (Netanyahu, Putin, y a otros niveles también Trump o el gobierno chino).
El problema no es la IA, sino algunas IH con muy poca humanidad.
Y es que por mucho que a menudo nos regocijamos insistiendo en la superioridad de la inteligencia humana sobre la de las demás especies, o en los logros que hemos podido alcanzar en sabiduría, pensamiento y civilización, debemos recordar que también somos la especie más destructiva (contra otros humanos, otras especies o el propio planeta), actuando muchas veces de la forma más irracional y salvaje, matando por placer, por odio o por convicciones basadas en historias inventadas e irreales (como diría Harari al respecto del conflicto político-religioso de Gaza) y que ningún otro animal sería capaz de realizar.
Afortunadamente vemos también a diario miles de ejemplos de acciones positivas impulsadas por una mayoría de humanos muy superior a los nefastos actores mencionados antes. Y como no puede ser de otra forma, se multiplica el número de casos en los que la IA entra también para acelerar y mejorar dichas acciones, ya sea en terrenos de investigación científica, medicina, educación o medio ambiente, o también en ámbitos más sociales y humanitarios.
Y personalmente creo que la condición humana es buena por naturaleza, y a pesar de que algunas personas pueden caer en el “lado oscuro” y moverse por criterios perjudiciales para los demás, pienso que son minoría (aunque son los que más ruido hacen y más salen en las noticias) y confío en que la mayoría sabremos usar la IA -como cualquier otra herramienta- para hacer que nuestras vidas y las de nuestros hijos sean cada día un poco mejores.