La paradoja de Solow y la IA
- La promesa incumplida de la IA: un análisis profundo
- La revolución silenciosa de la IA y su impacto modesto
- IA y productividad: ¿utopía o realidad?
Científicos, empresarios, inversores y economistas empiezan a advertir de que la promesa de Silicon Valley de una Arcadia feliz donde las máquinas nos lo harán todo y que, esta vez sí, redistribuiremos bien el bienestar, choca con la tozuda realidad de Solow.
Hoy estamos en una situación similar con la IA, otra tecnología de propósito general que, entre las muchas paradojas que plantea, está también la de Solow. Científicos, empresarios, inversores y economistas empiezan a advertir de que la promesa de Silicon Valley de una Arcadia feliz donde las máquinas nos lo harán todo y que, esta vez sí, redistribuiremos bien el bienestar, choca con la tozuda realidad de Solow. Otro reputado economista, Daron Acemoglu, argumenta que aunque la IA tiene el potencial de automatizar tareas y reducir costes, el impacto general en la productividad podría ser mucho más modesto de lo que sugieren algunas previsiones. La IA afectaría sólo al 4,3% de los trabajos y podría aumentar la productividad en sólo un 0,66% en la próxima década, lejos de las previsiones alcistas de Goldman Sachs (7%) y de McKinsey Global Institute (crecimiento de 3 a 4 puntos porcentuales de aquí a 2040). McDonald’s, tras demasiados pedidos erróneos en el McAuto, ha decidido prescindir del sistema de reconocimiento de voz de IBM basado en IA. Kahn Academy ha admitido las limitaciones de Kahnmigo, su chatbot basado en IA, porque daba resultados erróneos en las operaciones matemáticas más sencillas. Y por último Figma. La magnífica herramienta de diseño colaborativo online permitía generar diseños de webs con IA. Finalmente han tenido que desactivarlo porque generaba aplicaciones demasiado similares a las comerciales de las que había aprendido. Durante la “era del ordenador”, las organizaciones invirtieron mucho en nuevas tecnologías anticipando mejoras en la productividad que no llegaron hasta que no se reestructuraron, recalificaron a los trabajadores e integraron a los recién llegados en sus operaciones. Con la IA ocurre algo similar: hacen falta más cosas. Los ordenadores por sí solos no impulsaron la productividad; fue el desarrollo de tecnologías complementarias como aplicaciones de software, infraestructuras de red y nuevos procesos empresariales, que finalmente realizaron el potencial de la computación. Las herramientas de IA generativa, como las que automatizan tareas simples de escritura o funciones de servicio al cliente, ofrecen ahorros significativos en costes laborales, pero su potencial completo sólo se realizará cuando repensemos flujos de trabajo, se creen nuevas industrias y, sobretodo, mejoremos la colaboración humano-IA.
Noticia elaborada a partir del artículo original publicado en La Vanguardia