La asignación de género en la inteligencia artificial refleja y perpetúa estructuras sociales milenarias, influyendo en cómo interactuamos con estas tecnologías. Las IA con características de género refuerzan y perpetúan estereotipos anticuados, afectando a la percepción y el uso de la tecnología, con implicaciones éticas y una clara necesidad de regulación para asegurar equidad y justicia en su aplicación.
En la constante intersección de la tecnología en la sociedad, la inteligencia artificial (IA) juega, y jugará, un papel cada vez más prominente, integrándose en cada vez más facetas de nuestra cotidianidad. Desde asistentes virtuales hasta sistemas avanzados de recomendación, la omnipresencia de la IA es indiscutible e imparable. Sin embargo, un aspecto que a menudo pasa desapercibido en las discusiones públicas y técnicas sobre la IA es la asignación de género a estas tecnologías. En este post quiero explorar las razones detrás de esta práctica, examinar sus implicaciones éticas y sociales, y contemplar cómo podría evolucionar en el futuro.
La personificación de la IA mediante la asignación de género no es un mero detalle técnico; es una elección que refleja y perpetúa estructuras sociales y culturales preexistentes
La personificación de la IA mediante la asignación de género no es un mero detalle técnico; es una elección que refleja y perpetúa estructuras sociales y culturales preexistentes. Al asignar género, las tecnologías de la IA no solo adoptan una voz o un nombre, sino que también pueden llegar a influir en cómo interactuamos con ellas, cómo las percibimos y el rol que asumen en nuestras vidas. Este fenómeno abre un abanico de cuestiones éticas que merecen ser analizadas detenidamente.
Las IA, desde asistentes de voz hasta robots, a menudo se diseñan con características que sugieren un género específico. Esta asignación se manifiesta a través de la voz, el nombre, o incluso la apariencia física en el caso de los robots. La elección de un género femenino para asistentes como Alexa de Amazon o Siri de Apple, que inicialmente presentaron voces femeninas por defecto, refleja una tendencia a asociar roles de servicio y apoyo con las mujeres, una práctica que puede reforzar estereotipos de género anticuados y potencialmente dañinos.
La asignación de género en IA plantea cuestiones éticas significativas. Estas decisiones no solo influyen en la interacción usuario-tecnología, sino que también pueden perpetuar divisiones de género arraigadas. Por ejemplo, al asignar voces femeninas a roles de asistentes personales, se podría interpretar que se refuerza la idea de que los cuidados y el apoyo son intrínsecamente femeninos, mientras que las voces masculinas se reservan para tareas percibidas como más autoritativas o serias.
El género percibido de la IA afecta la forma en que los usuarios interactuamos con estas tecnologías. Numerosos estudios han mostrado que los usuarios a menudo responden de manera diferente a las voces masculinas frente a las femeninas, incluso cuando provienen de una máquina. Esta diferencia de percepción puede tener implicaciones prácticas importantes, especialmente en contextos profesionales o de toma de decisiones.
En el ámbito de la inteligencia artificial en la atención médica, se ha observado que la IA puede mostrar sesgos de género al proporcionar recomendaciones o diagnósticos que no son equitativos para ambos sexos. Esto se manifiesta en todos los niveles de la atención sanitaria: las mujeres experimentan las enfermedades de manera diferente y, como resultado, necesitan un enfoque personalizado en la prevención, diagnóstico y tratamiento. Es importante tener en cuenta que este sesgo no solo depende de la programación de la IA, sino también de los datos utilizados para su entrenamiento y de cómo se implementa en la práctica médica. Por lo tanto, abordar este problema requiere una colaboración entre desarrolladores de IA, profesionales de la salud y pacientes para garantizar una atención equitativa y efectiva para todos.
En la práctica actual, la mayoría de los asistentes digitales emplean voces femeninas para tareas generales, mientras que aplicaciones como el GPS o herramientas de análisis de datos optan por voces masculinas, sugiriendo una división de roles basada en género. Esta segregación puede no solo reflejar sino también influir en las normas culturales sobre el trabajo apropiado para cada género.
El futuro del género en IA debería orientarse hacia una mayor flexibilidad y neutralidad. Innovaciones recientes en la tecnología de IA están permitiendo que los usuarios elijan las características de género de sus asistentes, sugiriendo un movimiento hacia sistemas más inclusivos y representativos.
El sesgo de género en IA no es solo un problema de percepción; tiene consecuencias reales y perjudiciales. Cada día vemos ejemplos de IA replicando comportamientos misóginos o proporcionando respuestas sesgadas basadas en el género del usuario, ejemplos que demuestran la necesidad urgente de abordar estas cuestiones a través de una mejor gobernanza y regulación de las tecnologías de IA.
Explorar la asignación de género en IA nos permite entender mejor cómo las tecnologías emergentes pueden perpetuar o desafiar las normas sociales existentes. A medida que avanzamos hacia futuros tecnológicos más inclusivos y equitativos, es crucial considerar estas dimensiones y trabajar hacia soluciones que promuevan la equidad y la justicia para todos los usuarios.
Finalizo haciéndome una pregunta: ¿Deberíamos aspirar a crear una inteligencia artificial sin género que sea al mismo tiempo amigable, creíble y práctica? ¿Es posible diseñar una IA que se comunique eficazmente con los usuarios sin recurrir a los estereotipos de género que pueden influir en su percepción y uso? Esta pregunta no solo plantea un desafío técnico, sino también ético, al explorar cómo podemos desarrollar tecnologías que reflejen una sociedad inclusiva y equitativa sin perpetuar prejuicios existentes.
Aquí lo dejo.
Otro día más.
CRÓNICAS DESDE MI AZOTEA
Tomás Cascante