Europa sólo aporta “regulación” mientras China y USA se compiten para liderar este nuevo ámbito de desarrollo. Europa, con esta norma, se revela como “un continente carca y miedoso”
Marc Vidal.
La recién aprobada Ley Europea de Inteligencia Artificial, validada con amplio respaldo el pasado 13 de marzo, establece un marco regulatorio para el desarrollo y aplicación de la IA en los 27 estados miembros de la Unión Europea. La ley promueve una IA “centrada en el ser humano, digna de confianza” y busca garantizar la protección de la salud, la seguridad, los derechos fundamentales y el medio ambiente. Las empresas que operen en la UE deberán cumplir con esta normativa, enfrentándose a sanciones de hasta 35 millones de euros en caso de incumplimiento.
Entre las restricciones más notables se encuentran las prohibiciones sobre el uso de sistemas de identificación biométrica y de puntuación social, así como la explotación de vulnerabilidades de los usuarios. Se establecen derechos para los consumidores afectados y se prohíben prácticas como la creación de bases de datos con imágenes faciales sin consentimiento, la activación de sistemas de scoring discriminatorios y cualquier intento de manipulación del comportamiento humano. Áreas calificadas como de “alto riesgo”, incluida la educación, la gestión de fronteras, la justicia y la sanidad, recibirán una vigilancia especial.
Sin embargo, la norma ha generado debate sobre su potencial impacto en la innovación y la competitividad de Europa en el campo global de la IA. Marc Vidal, analista económico, argumenta que la ley podría tener efectos contraproducentes por su enfoque restrictivo y proteccionista. Aunque busca garantizar la seguridad y el respeto a los derechos fundamentales, podría limitar el desarrollo de la IA en Europa en comparación con regiones con regulaciones más flexibles como China y Estados Unidos. Vidal sugiere que esta regulación podría posicionar a Europa como un continente rezagado en la carrera tecnológica, enfatizando más en la regulación que en la innovación.
La preocupación radica en que la normativa europea, al enfocarse en restricciones detalladas, podría inhibir la inversión y el desarrollo de nuevas tecnologías de IA dentro de la UE, en un momento en que la IA se perfila como un pilar fundamental para la transformación económica y social a nivel mundial. Esto plantea el riesgo de que Europa se quede atrás en comparación con potencias tecnológicas como China y Estados Unidos, que están invirtiendo fuertemente en el avance de la IA sin las mismas limitaciones regulatorias.
Para más información, puedes leer el artículo completo en El Nacional.